miércoles, febrero 21, 2007

Amor lejano

Ay, cuánto echo de menos a mi amor. Él allí en Colombia sufriendo los calores tropicales, las picaduras de los gigantescos mosquitos que habitan en la selva, refrescando los sudores con algún mojito… ¡Pobriño mi niño!
En cambio, yo me levanto tranquilamente a las siete y media de la mañana, me ducho en cinco minutos, preparo los desayunos, despierto a mis tesoros, los visto a toda velocidad, salimos escopetados a las 8,45 a la piscina Natación Jiménez, desvisto a Álvaro, le pongo el bañador (durante 24 días tiene quince minutos diarios de cursillo acelerado, que sobre todo me acelera a mí), me relajo los quince minutos que él se sumerge en el agua y aprovecho para repasar la tablas de multiplicar con Diego; seco a Álvaro, le vuelvo a vestir, “corred chicos que llegamos tarde al cole”, les ato los cinturones de seguridad, acelero, llegó cinco minutos tarde, besos, “portaros bien, os quiero”. Corro a enmarcar los cuadros que me ha regalado mi madre, sacar dinero y concederme el capricho de unos moldes de silicona para hacer magdalenas. Ay, esta tarde Álvaro tiene el cumpleaños de Cristina que no se me olvide comprar el regalo: un parchís de caracoles en Imaginarium. De paso, en Supercor compro el aceite para la freidora. Llegó a trabajar agotada (¡cómo se me ocurre ir hoy con tacones!). En la entrada me recibe una comisión europea antitabaco que está midiendo los niveles de monóxido de carbono. Soplo por el “alcoholímetro”. Resultado: 22. No tengo tiempo para preocuparme. Enciendo el ordenador. El trabajo se amontona, día de cierre, pero no me estreso. A las tres, reunión con la tutora de Álvaro que me confirma que es un travieso, así que no puedo comer. Vuelvo al periódico. A las cinco llamo a Ana. “Vete con Diego a la peluquería, ahora mismo voy yo”. Atasco. Diego está guapísimo. "Corre, tenemos que ir a recoger a Álvaro al cumpleaños". Convención de madres. Saludo lo justo y necesario. Les regalan a los peques unas cajas de cereales. ¡Dios mío, tienen frutos secos!. Se las quito. Álvaro llora, aún no entiende que le dan alergia. Le engaño con una chuchería. Niños, al coche. Ato los cinturones. A las ocho entramos en casa. A las nueve los peques están duchados, cenados (me ha dado tiempo a rellenar la freidora de aceite, qué suerte) y dientes limpios. Lectura de cuentos. “A dormir, os quiero”. Diez de la noche. Qué estrés lo de ser serieadicta. Hoy me toca “Anatomía de Grey”. Diego se cuela en el cuarto de estar. “Mamá, ¿me puedo quedar un ratito contigo”. “Sólo hasta las diez y cuarto, Diego, que mañana tenemos piscina”. Las once. Pico algo de la nevera y mando a tomar viento fresco el régimen. Por cierto, aún no he escrito en el blog. Las dos, me voy a dormir, mañana suena el despertador a las siete y cuarto. ¡Cuánto echo de menos a mi amor!

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