viernes, febrero 23, 2007

Gordas, negras y asquerosas

Ellas conocen nuestros hábitos, nuestras costumbres y están pendientes de cada miembro del hogar. Anoche percibieron que Alonso no estaba en casa y asomaron la cabeza por el sumidero del baño. Mientras tanto, Diego hacía sus deberes, Álvaro dibujaba en una hoja y yo batallaba con la cena. En ese momento, decidieron atacarnos.
–Chicos, iros quitando la ropa, colocadla en el cesto de la ropa sucia que ahora mismo bajo. Diego, hoy te duchas tú primero. Abre el grifo para que se caliente el agua –ordené desde la cocina.Al instante oí los gritos de Diego.
–¡Mamá, hay dos cucarachas en la ducha! Corre, baja.
Troté por las escaleras gritando “¡no puede ser, no puede ser!”.
Álvaro me esperaba en el último escalón.
–¡Qué asco, mamá! Hay dos cucarachas –dijo abrazándose a mi pierna.
Asomé la cabeza por la ducha y comprobé la cruda realidad. Dos gordas, asquerosas y negras cucarachas descansaban en el plato de la ducha. Ninguna se movía.
–Bueno, chicos, parece que están muertas –expliqué cogiendo un metro de papel higiénico para retirarlas.
Mi sorpresa fue cuando al recoger una gorda, asquerosa y negra cucaracha empezó la otra gorda, negra y asquerosa cucaracha a correr la maratón. Cerré las puertas de la ducha y grité.
–¡Y ahora, ¿qué hacemos?!
–Mamá, pues tendremos que matarla –dijo Diego con tono de mafioso a sueldo.
–Sí, mátala –suplicó Álvaro.
–No, no puedo. Me dan un asco terrible. La dejamos ahí encerrada y esperamos una semana hasta que venga papá y la mate. O puede que a Ana no le dé miedo y mañana la acribillé. –expliqué toda convencida.
Diego me miró con cara de desilusión, salió del baño y volvió con su zapato del colegio.
–Mamá, retírate, voy a aniquilar a esa negra y sucia cucaracha.
Álvaro se acercó a su hermano para ayudarle y yo me alejé de ellos.
SCRASCROPPUF, SCRASCROPPUF
oí según Diego reventaba a la cucaracha.
–Problema solucionado, mamá. Ahora tú la recoges. –ordenó con tono de Al Capone.
Cogí otro metro de papel higiénico y me acerqué hasta el escenario del crimen. Las vísceras de la cucaracha estaban esparcidas junto con trozos de caparazón negro. Una antena de la negra y asquerosa cucaracha aún se movía y la otra se había desintegrado tras la matanza. Entre arcadas cumplí mi misión: limpié y desinfecté. Y con lágrimas en los ojos abracé a mis valientes y heroicos mafiosos.

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