lunes, mayo 28, 2007

Sangre, sangre y más sangre

Esta mañana, lunes, día odiado por mí, he abierto los ojos y he exclamado ¡por fin ha pasado el fin de semana! Y todo tiene su explicación. La noche del viernes salí a cenar con mis amigas del cole: cena en un italiano, unas cuantas cervecitas en un bar cercano y a las tres, para casita. El sábado me levanté cansada, pero ejerciendo de madre ejemplar, me fui con mis fierecillas a comprar a la galería comercial y después al parque Juan Carlos I a jugar al fútbol y dar de comer a los patos. Tras la comida, me posicioné en el sofá y me quedé dormida. Alonso percibió mi cansancio y se fue dar un paseo en bici con los niños. Al cabo de hora y media me llamó: "Emma, ven a buscarnos al colegio, los niños se han metido por cientos de charcos y están empapados". Fui a por mi tropa y noté como el dolor de cabeza se iba acentuando. Tras los baños y las cenas, Álvaro se quedó dormido y Alonso y Diego aprovecharon para ir a la sesión de noche a ver "Piratas del Caribe 3". Como soy muy apañada y me molesta que por una bolsa de palomitas me cobren seis euros, preparé la mochila de Diego con sus palomitas de microondas y su botellita de agua. Mamá, qué emoción, voy a ver otra vez a Jack Sparrow, exclamó mientras se colocaba su pañuelo de pirata. Al verles salir por la puerta, me tumbé en el sofá e intenté sofocar mi dolor de cabeza. A las doce me levanté a por un vaso de agua y el horror y las nauseas me golpearon con fuerza. Lucas, mi gato lesionado, se estaba desangrando (o eso pensaba yo) y había manchado toda la casa con charcos enormes de sangre. En la cocina, en el lavadero, en el sofá del salón, en las escaleras... No había lugar limpio de sangre. Desesperada preparé la fregona con un litro de lejía y me dispuse a limpiar a toda velocidad, consciente de que si venían los del CSI me detendrían por asesinato. Una hora después logré borrar las huellas del homicidio fallido y me metí un Nolotil en vena para ver si así apaciguaba mi tremendo dolor de cabeza y las asquerosas nauseas. Alonso y Diego llegaron emocionados. Bueno, Emma, has disfrutado de tu soledad, dijo Alonso con sonrisa tierna. Calla, Alonso, calla, que no sabes el suplicio que he vivido, comenté mientras le relataba mi aventura felina.
Pero ahí no acaba la historia. El domingo Álvaro me despertó porque quería tomarse el biberón. Abrí un ojo, intenté abrir el otro, pero la inflamación me lo impidió. ¡No!, grité desesperada. Corrí al baño, me acerqué al espejo y vi mi temor hecho realidad: el Nolotil me había dado alergia y se me había hinchado todo el ojo. Bajé a preparar el biberón y me recibió de nuevo una cocina plagada de sangre. Me senté en el sofá e intenté dominar mi ataque de nervios. En un par de horas vendrían por casa Javier y Mary Luz y el espectáculo era dantesco. Desesperada corté una botella de trinaranjus y se la coloqué a Lucas en la cabeza para que dejara de herirse, preparé el biberón y el desayuno de Diego, limpié de nuevo la sangre y Alonso colocó la planta de arriba. A la una votamos, a las dos olvidamos las penas y en el aperitivo abrimos una botella de vino tinto para alegrar la comida y disfrutar de la compañía de Javier y Mary Luz. La tarde se esfumó velozmente. A última hora salí a dar un paseo con los niños y al volver comprobé como la sangre de Lucas volvía a tomar posiciones en la cocina. ¡Por Dios, que se acabe este suplicio y llegue el lunes!, rogué al tirarme con mi cansancio, mi ojo inflamado y mis nauseas a la cama.

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