lunes, octubre 02, 2006
Señales divinas
Recibo señales de otro mundo y no sé si es Dios o alguien a quien le hago gracia y le gusta ayudarme. Esta noche, como suele ser habitual, pernocto. Nadie me obliga, pero cuando llega la noche me espabilo y estrujo todos los minutos. A la una de la mañana he conectado el ordenador y me he dedicado a hacer ciertos encargos: invitaciones para el cumple del suegro de mi hermano y un montaje para Diego. De pronto, a las dos y media ha empezado a llover. Me imagino que salvo los noctámbulos como yo, nadie se ha dado cuenta. En cuanto me he percatado, he salido disparada a la terraza para proteger la ropa que estaba tendida (¡qué maruja soy!). Cuando por fin he puesto todo a cubierto, he visto una luz que parpadeaba. "Dios mío, no puede ser, si se entera Alonso me decapita", he musitado en voz baja. Sí, gracias a la lluvia de un minuto (juro que no ha durado más), he salvado a mi marido, a mis hijos, a mi gato, a mis vecinos y a mi casa de la quema. La freidora llevaba encendida desde las nueve y media de la noche, que es cuando he frito unos deliciosos pimientos de padrón, y si no llega a ser por mis señales divinas hubiese estado prendida toda la noche... La última vez me salvo de la quema el vicio nicotínico: salí a fumarme mi cigarrito de las dos de la mañana y allí estaba la freidora echando humo y ahora, la lluvia divina... Ah! que no se me olvide cambiar mañana el aceite, que huele todo el barrio a fritanga.
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