La sensación de silencio me invadió cuando Alonso y yo nos fuimos a vivir juntos. Añoraba la histeria de mi hermano Roberto, los gritos de mi madre, los lloros de Pepe, mis alaridos, nuestros enfados... Aunque dé una imagen de familia neurótica es la realidad. El tono de mi familia es así, estilo italiano, con varios decibelios por encima de lo normal.
De pronto me vi en mi divina casa de Arturo Soria rodeada del amor de mi Alonso y con un silencio que me estremecía. Él, en cambio, estaba encantado del entorno calmado (su familia es castellana austera y la entonación de su conversación es horizontal y sin altibajos).
Han pasado los años y el estruendo ha vuelto: Diego grita a Álvaro, Álvaro a Diego, yo a los dos, Álvaro llora, Diego se enfada, yo amenazo, el gato maúlla... De pronto, ataque de carcajadas, besos y abrazos. Y mi Alonso, enganchado a la Aspirina plus, refunfuña en estilo castellano austero que necesita un poco de calma, que le agota nuestro ritmo, nuestro bombardeo verbal. Y yo, feliz, le sonrió desde el bullicio.
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