Mis dedos tiemblan al rozar el teclado. Ni siquiera sé si podré contar el acontecimiento histórico que he vivido hoy. Aún estoy mareada, trastornada, conmocionada. Tanto tiempo esperando, anhelando que sucediera y por fin se ha hecho realidad.
Tras mi última temporada atlética mis ánimos estaban derrotados y el pesimismo era patente. He intentado ocultar mi desánimo y según he visto a Diego nervioso ante su primer partido de la temporada, un halo de optimismo (no mucho, la verdad) me ha invadido lentamente.
Antes de las doce hemos llegado al campo del Zaragoza, el grupo de padres y madres estaba expectante, nervioso, atacado de los nervios. Por fin, el pitido de inicio de partido. A los dos minutos han marcado el primer gol. Los gritos retumbaron por las gradas de cemento. En el minuto quinto el equipo contrario empató. Vaya, pensé, tanta ilusión para nada... Son como el Atleti. Pero el balón empezó a colarse en la portería contraria: dos, tres, cuatro... ¡Que me desmayo!, grité histérica... cinco, seis... ¡Que me da una lipotimia!... siete, ocho, nueve... ¡Sois mis ídolos!... diez... ¡Paro cardíaco, paro cardíaco!... once... ¡Esto es un sueño!
¡¡¡Píiiiii!!!, ¡¡píiiii!, final de partido. El Santa María de la Hispanidad ha ganado por 11-4. E invadimos el campo, nos comimos los niños a besos, les abrazamos, les felicitamos... Y ahora no tengo fuerzas ni para escribir... Son unos ases del balón.
P.D: Y mi Alonso, el pobre, de viaje rumbo a Brasil...
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