No sé si tengo humor para relatar mi vida. Sobre todo después de lo que sufrí el sábado.
La mañana parecía tranquila. Alonso se quedó con sus retoños y yo me fui a cumplir con mi deber laboral, es decir, un aburrimiento generalizado y agotador. Por la tarde, visitamos el Museo de Ciencias Naturales. Mis hijos y Stéphan disfrutaron con los animales disecados, los meteoritos, los fósiles... Luego, jugaron en el parque y recogieron castañas.Todo era felicidad hasta que llegamos a casa.
-¿Dónde vas, Alonso? -pregunté intrigada al verle saltar los escalones de cuatro en cuatro.-Abajo, para comprar el partido, el derbi entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid.
Ya empezamos, pensé, aunque un brillo de esperanza florecía en mis ojos. Hoy me voy a reír con la derrota del Madrid. Me equivoqué.Tras mis gestiones infantiles: cenas, duchas, pijamas... Mi marido rogó que bajara a ver el partido con él, al estilo de esas parejas que muestran su amor ante un partido. En nuestro caso, casi provoca un divorcio. El Atleti empató y aguanté estoicamente mi grito de emoción. Mis hijos, traidores madridistas, elogiaban al Madrid. Y yo susurraba, "hasta el rabo todo es toro". Pero el toro también era madridista y en el último minuto, de penalti, marcaron un gol.
Entonces, mis ojos ojipláticos vieron como Alonso botaba del sofá y se ponía a dar brincos, estilo orangután, por el cuarto de estar. Mis hijos le imitaron, saltaron encima de él, elevaron los brazos y gritaron como locos. "Sois unos gilipollas", pensé con un dolor profundo.
Irritada, indignada, dolida, sentencié:
-El año que viene me voy al campo con mi familia.
-¿Pero nosotros no somos tu familia? -preguntaron mis hijos traidores.
-No sé, no sé.
Después de unos cuantos saltos de orangután, Álvaro me pidió que le leyera un cuento.
-Que te lo lea tu padre, que es madridista...
Y los tres se subieron con su victoria a cuestas y yo me quedé con mi coca-cola y mi penar.
¿Quién osa decir que el deporte une a las familias?
¡Aúpa Atleti!
Me solidarizo, evidentemente.
ResponderEliminarNo esperaba menos de ti, atlético de corazón
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