sábado, abril 18, 2009

¿Rectangular o redonda?

Despierto dolorida por la tensión y la "paliza" que me dio Gregorio. Tengo mil cosas que hacer, pero mi cuerpo desestructurado se niega a seguir mis órdenes. De acuerdo, le digo un poco molesta, hoy descansaremos.
Ring, ring
Descuelgo.
-XXXXX
-¿Pero qué me quieres decir con XXXXX?
-Que el arreglo del coche nos va a costar XXXXX (no pongo la cifra porque mi abuela siempre me dijo que hablar de dinero era de mala educación, que conste).
-¡¡¡#@!!#)!!!, ¡así cómo me voy a relajar!, ¡y justo ahora que tenemos la comunión de Diego! Malditos coches...
-Bueno, relájate.
-Pues no sé cómo. Por cierto, tengo serias dudas sobre la decoración del jardín. Tú qué pondrías: ¿una mesa rectangular o varias mesas redondas? Claro, que como voy a alquilar más de veinte sillas no sé si la mesa grande se comería mucho espacio para que la gente pueda ir al buffet y...
-Emma...
-Y también tengo que decidir si contrato catering o hago yo toda la comida. Aunque ahora que me has dicho lo que nos va costar la reparación del puñetero coche casi que lo hago yo. No sé, porque...
-Emma...
-Ya, si sé que es un follón pero...
-Emma, déjate de rollos y nos vamos a un restaurante.
-No, no...
-Si ya sabes que a mí lo de la comunión...
-Ves, no se puede hablar contigo.
-Pero.
-Hijo, no me entiendes.
-Pero si como siempre vas a hacer lo que tú quieras.
-Ya, ya lo sé, ¿pero qué pongo una mesa rectangular o varias redondas?...
Seguí con mis dudas y contracturas todo el día. Diego, como todos los viernes, invitó a su amigo Alejandro.
-Chicos, portaros muy bien que yo estoy fatal. ¿De acuerdo?
Ambos asintieron y Álvaro se unió a su afirmación.
Ding, dong
Al estilo C3PO abrí la puerta y observé a Stéphan, Alba y Valentina.
-¿Podemos entrar para jugar con Diego y Álvaro? -preguntó el trío al unísono.
Crac, crac, sonaron mis músculos.
-Sí, pero como no os portéis bien... En serio, me encuentro muy mal.
-Tranquila, Emma, seremos buenos.
-Uf, lo dudo.
Pero me equivoqué. Los seis jugaron en el jardín y me dejaron llorar mi malestar. Por la noche el dolor era tan inhumano que me prohibió asistir a la fiesta sorpresa de Félix.
El sábado, con unas ojeras que no sé si algún día desaparecerán, acudí al fútbol y observé con estupefacción como mi hijo corría por el lateral con el balón a sus pies, como el contrario intentaba robársela, como mi hijo saltaba, le regateaba y pasaba a su compañero y: ¡¡¡goool!!!
Salté del banquillo, grité como una histérica y, como mínimo, me ahorré una sesión de fisioterapeuta. Algo es algo

No hay comentarios:

Publicar un comentario