Mis adicciones habituales: coca-cola light, tabaco, helado de tarta de queso, espaguetis carbonara... (el resto de mis adicciones pertenecen al ámbito privado y no es cuestión de desvelarlas en este blog) están perdiendo protagonismo. Gracias a mi malestar continuo y a mis dolores alternos de hombro derecho a hombro izquierdo, me estoy enganchando a mi fisioterapeuta, a la enfermería del periódico, al nolotil y al reflex. Así que mi imagen está perdiendo mucho glamour: mi caminar mantiene su estilo robótico, en vez de oler a Issey Miyake suelto un desagradable tufillo a Reflex y mi bolso está invadido por distintos analgésicos y relajantes musculares.
Ahora entiendo perfectamente al doctor House y casi lo veo como modelo a seguir: en breve mi malhumor irá en aumento (y cuando quiero ser desagradable no me aguanto ni yo), mi mala leche se multiplicará por mil (¡que tiemble el mundo, que lo mío sí que va a ser una pandemia de gritos!) e incluso me puedo convertir en adicta a cualquier medicamento que alivie mis dolores. Pero qué malita estoy y qué poquito me quejo.
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