miércoles, abril 01, 2009

Atroz

Lunes. 4 de la mañana. Llegó sin dormir al polideportivo para apuntar a Diego en la piscina. Puesto 14, se me han adelantado 13. Aún faltan cuatro horas, mucho tiempo. Me meto en el coche con mi abrigo de invierno, mi gorro y mis guantes. Hace frío. Enciendo la calefacción, saco mi coca-cola light y empiezo a leer "Eclipse". No me concentro. Demasiadas cosas que pensar, demasiadas situaciones que analizar. Mi mente me recuerda el primer día que entré en el periódico, un catorce de septiembre de 1992, mi pelo lucía una trencita de colores que me hicieron en París y mi cuerpo transmitía una ilusión desbordante. Poco a poco me hice mi hueco y empecé a conocer gente maravillosa. Una época de muchísimo trabajo, diversión y risas. Tras las prácticas, llegó la colaboración y después de muchas peleas, el contrato fijo. El amor surgió entre esas cuatro paredes, conocí a mi Alonso y en un suspiro nos casamos y creamos nuestra familia. Entre medias, vimos pasar a muchos jefes, unos buenos y otros malos, compañeros, nacimientos y defunciones de suplementos y productos periodísticos... También, con gran dolor, fallecieron amigos. Ha pasado mucho desde entonces y siento como mi ilusión se ha esfumado por el camino. La especie humana hay veces que descuartiza el alma.
6 de la mañana. Noto que el sueño me ataca. Salgo del coche, enciendo un cigarro y paseo por la calle. Dos personas en la cola trabajan con su portátil, otros toman café caliente de su termo. A las ocho y diez consigo la plaza para Diego en el horario que quería.
Somnolienta llego a casa a ver a mis peques antes de que partan hacia al cole. Intento descansar. No puedo. Aparco el coche en el parking del periódico y subo por la escalera que tantos años he pisado con mi ánimo arrastrándose tras de mí. Las noticias turban más mi mente. Todos me hablan y no encuentro fuerzas para contestar. Siento que la paredes de la redacción se estrechan y los nervios aprisionan mi estómago.

Martes. Acudo con Álvaro al hospital para ver qué tal han ido las pruebas de alergia. Cada vez peor: alérgico a todos los frutos secos y a cientos de plantas (arizónicas, plátanos, chopos...). Miró a mi "ratón" y siento haberle transmitido mis genes defectuosos. En ABC sigue la convocatoria de huelga, las conversaciones entre el comité y la empresa son continuas, nuestros representantes cada vez están más agotados, las opiniones son divergentes, los de taller se revolucionan, los que se creen empresa intentan contaminar... Un panorama desolador.

Miércoles. Hoy he dormido. Me levanto nerviosa, mi estado natural últimamente, y opto por arreglarme. "Al mal tiempo, buena cara", pienso al alisarme el pelo y pintarme la raya del ojo. Antes de salir me conecto al correo del trabajo. Me recibe un e-mail de la Dirección, hacen su última propuesta antes de la presentación del ERE. Con desánimo, repto hasta el periódico. Hoy va ser un día duro. Mañana comienza la huelga. Los directivos se reúnen y transmiten su presión, en la calle se concentra la redacción... De pronto, veo a un personajillo, el típico que ha subido como la espuma por ser un pelota (ay, qué fina soy), sonríe, sabe que él está a salvo, que puede respirar tranquilo. Y no lo entiendo. No comprendo cómo se puede sonreír, ¿no se da cuenta del drama que se va a producir?, ¿no es capaz de entender el sufrimiento personal que va a vivir muchísima gente?... Todo pinta negro. Si te echan porque estás en el paro, y si no, porque sabes que va a afectar a gente a la que quieres....

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