La ilegal y el focus
Felicito a todas aquellas personas que les gusta madrugar y comprobar que las aceras están bien colocadas, pero a mí me parece una horterada. Mis mañanas comienzan a las nueve menos cuarto: escucho la desesperación de Alonso y sus intentos vanos para que despertemos. Por fin, cuando su enfado aumenta y oímos el sonido del agua de la ducha al caer saltamos todos de la cama: los peques se visten a toda velocidad mientras preparo los zumos y tostadas: desayuno rápido, lavar, peinar... Y mis tres hombres me abandonan. Es el momento de acurrucarme en la cama, leer un libro o recolectar mi granja... ¡Esto es vida!
Pero hay mañanas en que mis planes se desbaratan.
-Emma, a las nueve tengo una reunión, tendrás que llevar tú a los niños al colegio -comenta mi Alonso a la hora de la cena.
-Vale -rumio con soniquete de vaca asturiana mientras zampo mi ensalada.
La noche me turba con cientos de interrogantes: ¿me despertaré?, ¿llegaré como siempre tarde?... De pronto, entre tantas preguntas recordé algo que tenía que haber hecho y que había olvidado realizar... El estrés que me produjo logró que a las ocho y media de la mañana estuviera despierta y arreglada.
-Chicos, despertad que hoy os llevo yo al colegio- les susurré al oído.
Abrieron los ojos al unísono.
-¿Nos llevas tú?
-Sí.
-¡Pero si ya estás vestida!
-Sí, hoy llegaremos pronto.
Y por una vez lo conseguimos. Volví a casa, aparqué y me fui andando hasta mi cercano destino.
Click, sonó la máquina. 15 segundos de espera y el material estaba en mi poder. Crucé y entré aterrada en el local.
-Buenos días -saludó una amable sudamericana.
-Buenos días. Vengo a renovar el carnet de conducir.
-¿Ha traído las fotos?
-Sí.
-Espere en esa sala, en breve la avisarán.
Mis nervios aumentaban por segundos. Superé las pruebas visuales, las de coordinación, la tensión estaba perfecta... Llegó el momento de hacer la pregunta del millón.
-Disculpe, es que no le dicho que tengo el carnet caducado.
-¿Desde hace mucho?
-Bueno, pues, a ver... casi seis meses... Es que no me había dado cuenta....
-¿No le llegaron a casa los papeles de renovación?
-No, es que cuando me cambié de domicilio olvidé modificar en tráfico los datos.
La funcionaria miró mi DNI.
-¡Pero si vive al lado de Tráfico!
Sí, tenía razón, pero cómo explicarle que en muchos aspectos soy doña perfecta (organizando fiestas, cenas...) pero que en cuanto al coche soy un absoluto desastre: soy incapaz de llevarlo limpio y ordenado, jamás arreglo un golpe de la chapa; se me pinchó una rueda, puse la de recambio y aún no he comprado otra...
-Si llega a tener un accidente el seguro no le hubiera cubierto y la habrían multado -siguió maltratándome la mujer.
Me imaginé sacando un látigo del bolso y flagelando mi espalda.
-Ya -susurré con una voz imperceptible.
-¿Se ha dado cuenta de qué día es hoy? -me gritó mi torturadora.
-Sí, 23 de marzo -contesté mientras notaba que todo mi cuerpo empequeñecía.
-¿Sabe que si pasan más de seis meses sin renovar el carnet debe realizar de nuevo los exámenes y que su carnet caducó el 27 de agosto del año pasado?
Taquicardías, palpitaciones, falta de repiración... ¡Me voy a morir!, logré razonar con congoja y acojone.
-Se ha librado por los pelos. Recoja abajo su justificante y la próxima vez esté más atenta. Hasta luego.
Intenté articular alguna palabra de agradecimiento pero mi cuerpo empequeñecido, taquicárdico y asmático sólo logró arrastrarse hasta el exterior...
Entré en el periódico, corrí a la máquina a por una coca-cola light y me senté agotada de tanto estrés... Y aún me queda lo peor: ¡contárselo a Alonso!
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Mis planes de los jueves por la noche no se suelen cumplir. Ir a Ikea, a la óptica..., planeé antes de abandonarme a los brazos de Morfeo. Pero el viernes organicé a mis hombres: desayunos, uniformes, mochilas...; les despedí con legañas en los ojos, subí a darme una ducha y noté como Morfeo me llamaba con insistencia. Paré, miré y pensé: "hoy no trabajo, así que me puedo conceder ese pequeño placer. Sólo diez minutos...". Y, ay, no sé cómo, los diez minutos se multiplicaron por cien y no pude cumplir mis planes... Eso sí, ¡estoy tan descansada! A la una, ducha rápida, a comer a casa de mi abuela y al colegio a recoger a los niños y entregar los regalos de Cristina, la cumpleañera.
De pronto veo que Álvaro sale con esa risa socarrona, esa risa que le delata...
-Emma -me dice Irene, su tutora- ¡Menudo susto me ha dado tu hijo! Pensé que se había enganchado en algún columpio o árbol... ¡Pero ha sido él!
Perpleja, miro a Álvaro sin saber qué me oculta. Lo pillé: tenía todo el pantalón desgarrado de arriba abajo.
-¡Pero Álvaro!, ¿qué has hecho?
-Es que se ha descosido un trocito, he metido el dedo y, no sé cómo, se ha decosido todo el lateral.
-Pues así no te dejo ir al cumpleaños. Si parece que vas en pelotas...
-Jo, mamá, ha sido sin querer.
-No mientas.
Finalmente rebusqué en la caja de "objetos perdidos" del colegio y hallé un pantalón de chándal de su talla.
-¿Me lo puedo llevar y lo devuelvo el lunes? Es que mi hijo tiene un cumpleaños y se le ha roto el pantalón... -supliqué en secretaría.
-Sí, claro.
Y Álvaro partió al cumpleaños listo para defilar en la Pasarela Cibeles: zapatos negros, calcetines rojos, pantalón azul de chándal, polo blanco y jersey rojo con el escudo del colegio... ¡¡Qué pintas!!
PD. Por cierto, las amigas son un tesoro: Ángeles se ha apiadado de mí y se ha llevado el pantalón para coserlo en su máquina (ay, que a mí lo de la costura se me da fatal... Y yo que creía que era perfecta)
Al igual que las cucarachas, mi correo electrónico nace, crece y se reproduce. Los mails se suceden y con gran agilidad mental (siempre tan modesta, no lo puedo evitar) marco la importancia de cada uno de ellos: laborales, de amistad, de granjeros... Todo marcha tranquilamente hasta que recibo alguno titulado "Cumpleaños de los niños". En ese momento mis ansias de volver a fumar se multiplican y empiezo a temblar. Como el virus que reside en mis bronquios, los mails se autorreproducen. Entre sudores fríos compruebo que en el listado para comprar los regalos hay dieciocho mamás. Presa de un ataque de inestabilidad mental me ofrezco a comprar uno de los tres regalos. Realizo un cálculo para saber cuánto dinero debemos poner y cuánto puedo gastarme en el regalo que me he autoadjudicado. Cuando ya tengo todo comprado observo como los correos siguen regenerándose y mi pelo, atacado de los nervios, se va rizando cada vez más. Todo se descuadra: Fulanito al final no va porque está malo, Menganito tampoco porque tiene un cumpleaños familiar... Agarro un lápiz del escritorio y simulo que fumo... Se acabó, es la última vez que participo en un regalo conjunto de tales magnitudes, retorno al pasado, a los cumpleaños tradicionales en que cada niño compraba un regalo... Será lo más "in" del mundo, súper moderno, pero yo soy una antigua y tanto estrés no me merece la pena. Rancia, que soy una rancia.
-Mamá, ¿voy a ir al cumpleaños? -pregunta Álvaro emocionado por estar toda la tarde saltando en un sitio de bolas.
-Claro, cielo -contesto con mi ronca voz bronquítica, mi lápiz en la boca, el pelo erizado y los nervios saliendo por las orejas...
Eusebio, solo y desamparado, vagaba por el aire. Una ventana abierta le tentó. Asomó la cabeza y con pasos sigilosos se coló. Sobre la cama descubrió a Alegra. Eusebio se quedó sin palabras. De pronto sus miradas se cruzaron y el amor brotó al instante. Con grandes dosis de valor Eusebio se acercó a Alegra mostrándole su sonrisa más seductora. La flecha del amor taladró los corazones de ambos.
-No te voy a dejar escapar, tú te vienes conmigo -le susurró Alegra al oído mientras entrelazaba su pequeña mano con la suya.
Eusebio, hipnotizado por tan bella voz, cumplió sus órdenes y entró en la gran casa de Alegra para vivir su historia de amor.
Y la menda, que soy yo, que es la casa, aguanta estoicamente y con bastante mal humor el amor de Eusebio, el virus de la gripe, y de Alegra, la dueña de mi alergia. ¡Todo sea por el amor! Aunque sea entre toses, mocos, estornudos...
Pero como a mí lo de San Valentín siempre me ha parecido una horterada ya estoy planeando cómo decirle a Alegra que Eusebio le ha sido infiel con Mucosa, la atractiva novia de don Moco, a ver si con un poco de suerte todos me abandonan y me dejan ser feliz.
10-F, primera parada para hacer un balance sincero y objetivo sobre el "Plan EPT 2010". Se me antoja lejano el día en que elaboré mi ambicioso plan. Ocurrió una noche de insomnio en Navidad mientras plantaba una ristra de tomates en mi súper granja. De pronto sufrí un momento "flash forward" e intuí cómo debía organizar mi 2010. Tres objetivos-tortura claros: dejar de fumar, adelgazar e ir al gimnasio. Todo estaba intercomunicado, cada proceso influiría en el desarrollo de los otros. La tarea era compleja y requirió un estudio concienzudo para determinar qué problema abordar antes y qué consecuencias tendría sobre el resto. Tras consultarlo con mi gran amiga, la almohada, enumeré el orden de los procesos:
1- Dejar de fumar
2- Adelgazar
3- Ir al gimnasio
Sí, ya sé que son mis sueños de todos los años, pero esta vez jugaba con ventaja: los reyes magos me habían devuelto la fuerza de voluntad.
El 11 de enero simulé el disparo de salida abriendo un lata de coca-cola light (¡algún vicio tenía que mantener!). Para mi sorpresa mis días sin nicotina se sucedieron tranquilamente, sin grandes histerias ni desquicies... Mi cuerpo estaba feliz porque para saciar mi ansiedad no paraba de zampar helado de tarta de queso, patatas fritas (es que una mandarina o una manzana no quitan la ansiedad. Dato a tener en cuenta, por si alguien se anima).
Redonda como un muñeco de nieve y con casi cinco kilos de más (Navidad+estrés nicotínico) decidí abordar el segundo plan: régimen (la tortura de toda mi vida).
Ahora estoy fatal: no fumo pero tengo más tos que cuando fumaba gracias a un adorado virus que campa a sus anchas por mis pulmones (¡jodido ser microscópico!); no como pero desespero al ver mis Alonsos zamparse un delicioso huevo frito con patatas y, por ahora, del gimnasio ni hablamos que a este paso no me voy a conocer ni yo. ¡¡Aggg!! Si es que yo sin vicios pierdo mis encantos...
Resumiendo:
- Proceso dejar de fumar, conseguido.
- Proceso adelgazar, difícil de conseguir con tanta vida social: el jueves cena con mi amor, el viernes con mis amigas del FEM... ¿Seré capaz de no tomarme una copita de vino o un gin-tonic? La respuesta es fácil, ¿quién la acertará?