lunes, diciembre 24, 2012
martes, noviembre 20, 2012
Terror en mi vida
Llevarse bien con la gente del barrio es una suerte. Esta mañana al ir a pagar me han denegado la tarjeta. "Te dejo aquí las bolsas y voy un momentito al cajero", ruego con una sonrisa al dependiente del súper que me sonríe y me deja partir.
El cajero automático no ha debido desayunar, se zampa mi tarjeta y me indica que consulte a mi banco. Entro y explico mis sucesos paranormales de primera hora de la mañana. Todo tiene su explicación: si se activa una tarjeta con cuatro meses de retraso, automáticamente el banco bloquea la tarjeta.
Salgo apesadumbrada y sin tarjeta. De pronto, miles de cosas que tengo pendientes bombardean mi mente: citas médicas, escribir en el blog, activar otras dos tarjetas, revisar el aceite del coche (¡ojito, que el otro día cambié los limpiaparabrisas porque uno se rompió!)...
Como acto de enmienda contaré algunas novedades...
La bruja morada se defiende de los temibles zombies |
Halloween
Pese a que su origen es celta, es una tradición americana que... ¡A mí me encanta! Me enloquece disfrazarme, decorar la casa, asustar a los niños... Sí, ese día sale la bruja que hay en mí y afilo mis dientes de vampira.
Este año nos juntamos en casa el grupo de amigos de mi colegio, recorrimos el vecindario jugando al "truco o trato", los zombies disfrutaron al ver sus cestas llenas de caramelos y después, para saciar nuestras ansias carnívoras, cenamos en un restaurante decorado con tétricos detalles de Halloween y actores que nos asustaban entre bocado y bocado. Una noche terrorífica y llena de carcajadas.
Un trío terrorífico: dos brujas y un monstruo con un lápiz clavado |
La diversión dio paso a la vida normal y por un fuerte ataque de asma Álvaro estuvo una semana ingresado en el hospital donde grandes profesionales curaron su dolencia física y la Fundación Theodora, expertos en la risa, nos hicieron reír y disfrutar de la estancia.
Además, la familia se juntó para celebrar la comunión de mi sobrina Mónica, realizamos el tradicional soldado romano de todos los años, empezó la temporada de fútbol, acudo a clases de "inglis pitinglis"... Ay, todo llegará.
Imágenes en http://disparossincompasion.blogspot.com.es/
viernes, octubre 26, 2012
Humillada por Dominatrix
Primer día
─Espejito, espejito, ¿por qué me maltratas así?
─Emma, tú eres la culpable, tú te has metido en este lío.
─Sí, espejito, tienes razón...
El espejo refleja una realidad que no quiero ver: mi cuerpo intenta moverse al ritmo impuesto por "La Noe" (mi profesora dominatrix de aeróbic), mi cara está congestionada, el sudor abraza todo mi ser, la música atrona en la sala y mi desánimo aniquila mi natural optimismo. ¡Y yo que creía que bailaba bien!
Segundo día
Acudo a mi clase de aeróbic mejor equipada: una toalla para eliminar el sudor, botella de agua y lentillas. Dominatrix Noe me mira con sonrisa perversa, pone la música y empezamos a practicar kit boxing ─puñetazo arriba, puñetazo abajo─ y steep ─sube, baja, sube, baja─. El espejo sigue torturándome y mi desánimo aumenta al ver mi falta de ritmo y mis movimientos descontrolados.
Tercer día
─Espejito, hoy no me vas a humillar.
─Eso crees tú, bonita...
─Ay, espejito, que a mala te gano.
Me giro, retiro mis gafas y me coloco cegata perdida en mi sitio de la sala de aeróbic. Noe Dominatrix baila sin parar Gangnam Style ─un baile en el que parece que estás montando a caballo y no paras de ir de un lado a otro con movimientos sensuales─. Intento imitarla y mi estilo pazguato cegato me hace reír a carcajadas. Noe Dominatrix me mira con severidad.
─Ay, que no puedo ─intento justificarme─, soy un fracaso.
─Emma, este fin de semana miras vídeos de Gangnam Style, practicas en casa y el martes seguro que lo consigues... Además, voy a grabar una clase para volcarla en mi canal de Youtube ─me ordena Dominatrix.
La miro con ojos de cordero degollado, asiento y miento porque ¡¡no pienso trotar como una amazona por el salón y el día que grabe el vídeo no acudo a clase!! Que conste.
viernes, octubre 05, 2012
Lila, la drag queen
─Emma, en esta bolsa te dejo todo lo necesario para "Niña". Por favor, cuídala mucho ─dijo mi madre.
─Tranquila, cuidaré de la perra.
─Se llama "Niña".
Me callé. Miré la bola blanca y esponjosa y supe qué chirriaba.
En la cena, Diego descubrió su nombre oculto: "Lila".
Al oírlo me emocioné, ¡era el nombre perfecto!: Lila, de Priscilla, porque la perrita tiene un estilo muy drag queen, unos ladridos muy cursis... Ay, sí, me la imagino entre boas rosas con sus pestañas postizas... ¡Pero si es tan fina que ni siquiera juega con las pelotas en el parque! Porque ella es divina, cariñosa, melosa y... ¡Muy Lila, muy drag, muy queen!
lunes, octubre 01, 2012
Un coche en llamas
La una de la mañana, el pitido de un coche aturde la noche. Insiste, insiste y me desespera. Me asomo al ventanal del salón y me sorprende el sonido de una explosión. Troto escaleras arriba a la habitación de los niños para ver qué ha ocurrido. Alonso se despierta y me mira con ojos de interrogación.
─¡Ha estallado un coche!─ grito.
En la calle, las llamas iluminan la noche. Llamo al 112.
─¿Dígame?
─Buenas noches, en la esquina de la calle A y B hay un coche en llamas.
─Nos acaban de informar y hemos dado aviso a los bomberos. ¿Podría decirme si hay alguien dentro del vehículo?
─Creo que no, pero tampoco se lo puedo asegurar...
Sirenas de bomberos, policía, reunión vecinal en pijama y camisón, conjeturas y, cómo no, mucho cotilleo sin resolver: ¿de quién es ese auto?, ¿a mí no me suena?, ¿habrá sido un cortocircuito?, ¡qué rápido han venido los bomberos!... Hasta que poco a poco cada mochuelo volvió a su olivo y la anécdota se asentó en nuestros pensamientos.
martes, septiembre 18, 2012
Desaparición y aparición en tractor
Campos de Castilla, ovejas, Álvaro... |
Los pastores descansan bajo la sombra de las encinas mientras vigilan a las ovejas que pastan contentas entre las briznas de trigo que ha dejado la segadora por los campos segovianos. Paso junto a ellos, les saludo y percibo cómo ocultan su risa. Sí, ahora todos me conocen, todos saben que soy la "histérica urbanita".
La leyenda se forjó una tarde de agosto, al volver de un paseo, al oír la desesperación de Alejandro.
─¡Emma, Álvaro no está en ningún sitio y lo peor es que su bici está tirada en la entrada del pueblo! ─gritó con voz entrecortada el gran amigo de Diego que pasaba una semana con nosotros en Segovia.
Al estilo cowboy, Alonso bajó la escopeta de perdigones con la que disparaba a unos botes de coca-cola y me miró extrañado.
─Qué raro, Álvaro nunca se separa de su bici ─reflexionó en voz alta mi John Wayne─, se habrá ido con algún amigo.
El reloj marcaba las siete y media de la tarde.
La tranquilidad reinó un tiempo, hasta que fue empujada por la intranquilidad y empezamos a buscarle.
Diego y Alejandro abarcaron todo el pueblo con sus bicis. Alonso y yo empezamos a preguntar a la gente. Nadie le había visto y todos los niños de la "pandilla" estaban jugando en el mismo sitio.
¿Dónde se habría ido Álvaro solo?
Mi inquietud se extendió como la pólvora, pero nadie se alteraba. Todos pensaban que estaría en el río cazando ranas o largatijas. "¡Pero él no se va sin su bici!", intentaba explicar.
Las nueve y media. La noche empezaba a oscurecer las calles, el campo y mi nerviosismo era patente. Mis gritos, también.
De pronto, Mercedes se acercó a mí.
─Emma, Juan tampoco está.
Respiré tranquila. Seguro que Álvaro se había ido con él, su amigo. Una vecina gritó desde la oscuridad, no pude verla, solo escuché una frase.
─Tranquilos, Álvaro está en el pueblo de al lado se ha ido en el tractor de Ignacio, el padre de Juan.
A las diez, Álvaro apareció feliz y contento.
─¡Mamá, Ignacio me ha dejado conducir el tractor!
─Ven aquí para que te coma a besos y te regañe... Ay, qué susto rural me has dado.
El reloj marcaba las siete y media de la tarde.
La tranquilidad reinó un tiempo, hasta que fue empujada por la intranquilidad y empezamos a buscarle.
Diego y Alejandro abarcaron todo el pueblo con sus bicis. Alonso y yo empezamos a preguntar a la gente. Nadie le había visto y todos los niños de la "pandilla" estaban jugando en el mismo sitio.
¿Dónde se habría ido Álvaro solo?
Mi inquietud se extendió como la pólvora, pero nadie se alteraba. Todos pensaban que estaría en el río cazando ranas o largatijas. "¡Pero él no se va sin su bici!", intentaba explicar.
Las nueve y media. La noche empezaba a oscurecer las calles, el campo y mi nerviosismo era patente. Mis gritos, también.
De pronto, Mercedes se acercó a mí.
─Emma, Juan tampoco está.
Respiré tranquila. Seguro que Álvaro se había ido con él, su amigo. Una vecina gritó desde la oscuridad, no pude verla, solo escuché una frase.
─Tranquilos, Álvaro está en el pueblo de al lado se ha ido en el tractor de Ignacio, el padre de Juan.
A las diez, Álvaro apareció feliz y contento.
─¡Mamá, Ignacio me ha dejado conducir el tractor!
─Ven aquí para que te coma a besos y te regañe... Ay, qué susto rural me has dado.
"Esta soy yo, asustada y decidida..." (Letra del "Sueño de Morfeo") |
P.D.2: Para aumentar la leyenda, participé en el primer Torneo femenino de pádel de la región, junto a mi amiga Consuelo. Por la mañana salimos vencedoras de nuestra serie, pero al final quedamos en cuarta posición. Todo un mérito para ser mi primer torneo. Mis gritos en el partido aumentaron mi calificativo de histérica urbanita.
sábado, agosto 11, 2012
Sexy, porno y cachonda
Mis momentos porno me tienen agotada, así que en unos días imitaré a mi adorada Mafalda, me rodearé de cabecitas de arena sonrientes creadas con el cubo de playa y gozaré de unos instantes sexys. Una buena excusa para olvidar mi estado porno, que me atormenta y genera ansiedad. ¿Porno? Sí, por...
Por no haber hecho dieta.
Por no haber renunciado a mis cervecitas del aperitivo.
Por no seguir los consejos de mi médico.
Por no negarme a los placeres gastronómicos.
Por no haberme machacado en un gimnasio.
Por no...
Menos mal que aderezo este estado porno con muchas dosis de pitorreo, buen humor, carcajadas y risas porque al final lo que queda son los instantes efímeros y divertidos de la vida.
¡Felices vacaciones, sed muy porno y, sobre todo, muy felices!
jueves, julio 19, 2012
Accidente, Vicente del Bosque y mi espíritu deportivo
Una grúa en el párking me impide acceder a la zona de aparcamiento, retrocedo marcha atrás con mi gran bólido mientras canturreo alguna de las canciones macarras con las que me machaca mi hijo desde que ha vuelto del campamento. De pronto...
─¡Emma!, ¡Emma!
─¡Para, para!
¡Crass, crass!
Paro en seco mi coche y observo como dos vigilantes de seguridad hacen aspavientos con sus brazos y gritan mi nombre desesperadamente. Con la tranquilidad que me confiere mi habilidad para que me sucedan extraños sucesos, bajo la ventanilla, les sonrío y pregunto con intriga.
─¿Qué ha pasado?, ¿contra qué me he chocado?
─Contra la barrera de seguridad.
─¿La he roto?
─No, parece que no.
Me despido de ellos con mi risa nerviosa y un "perdón", aparco con calma, subo al periódico, me siento frente a mi ordenador y...
─¡Buenos días!
Elevo la vista y allí estaba el hombre que más me ha hecho gritar de emoción, que me ha generado mayor entusiasmo... Por él he organizado grandes festines en casa, he bebido, brindado... Por él me he pintado la cara, he salido como una loca a la calle con mis banderas, mis vuvuzelas... Sí, allí, frente a mí, estaba Vicente del Bosque.
─¡Buenos días! ─contesto con educación y los nervios aprisionados en el estómago.
De pronto siento que voy a fallar a mis principios. Durante veinte años en la redacción he visto pasar a cientos de artistas, miembros de la Familia Real, famosos, famosillos de pelo y medio, grandes personalidades. He saludado al Príncipe de Asturias, a cantantes... ¡Pero jamás he pedido un autógrafo! Sentí la tentación cuando vino Diego el Cigala, pero al final apacigüe mis ganas.
Pero, ¡cómo no le voy a pedir un autógrafo a Vicente del Bosque! Si se enteran mis hijos me matan... Al final, el míster firmó y dedicó a mis peques la foto, pero debo destacar su simpatía, su paciencia por aguantar a toda la redacción... Todo un señor de los que quedan muy pocos.
La visita de Del Bosque despertó mi instinto deportivo y por la tarde embutí mis carnes en mi culotte negra de ciclista y una camiseta blanca de tirantes. Partí con mis hijos y mis pintas-adefesio al estilo "Verano azul". El inicio, fantástico: todo cuesta abajo. Ay, la vuelta fue terrorífica: todo cuesta arriba. Llegué a casa con mi tono "rojo-tomate" en la cara, mi culo dolorido y el sudor empapando la camiseta. ¡Cuánto cuesta ser una deportista de élite que trabaja todas las disciplinas: pádel, bici, natación...!
PD. Os preguntaréis que cómo siendo una deportita de élite no voy a los Juegos Olímpicos. Estaba convocada, pero al ver los uniformes tan feos y faltos de glamour decidí no acudir. ¡Que soy una deportista con estilo! (estilo pazguato, pero eso es un secreto)
─¡Emma!, ¡Emma!
─¡Para, para!
¡Crass, crass!
Paro en seco mi coche y observo como dos vigilantes de seguridad hacen aspavientos con sus brazos y gritan mi nombre desesperadamente. Con la tranquilidad que me confiere mi habilidad para que me sucedan extraños sucesos, bajo la ventanilla, les sonrío y pregunto con intriga.
─¿Qué ha pasado?, ¿contra qué me he chocado?
─Contra la barrera de seguridad.
─¿La he roto?
─No, parece que no.
Me despido de ellos con mi risa nerviosa y un "perdón", aparco con calma, subo al periódico, me siento frente a mi ordenador y...
─¡Buenos días!
Elevo la vista y allí estaba el hombre que más me ha hecho gritar de emoción, que me ha generado mayor entusiasmo... Por él he organizado grandes festines en casa, he bebido, brindado... Por él me he pintado la cara, he salido como una loca a la calle con mis banderas, mis vuvuzelas... Sí, allí, frente a mí, estaba Vicente del Bosque.
─¡Buenos días! ─contesto con educación y los nervios aprisionados en el estómago.
De pronto siento que voy a fallar a mis principios. Durante veinte años en la redacción he visto pasar a cientos de artistas, miembros de la Familia Real, famosos, famosillos de pelo y medio, grandes personalidades. He saludado al Príncipe de Asturias, a cantantes... ¡Pero jamás he pedido un autógrafo! Sentí la tentación cuando vino Diego el Cigala, pero al final apacigüe mis ganas.
Pero, ¡cómo no le voy a pedir un autógrafo a Vicente del Bosque! Si se enteran mis hijos me matan... Al final, el míster firmó y dedicó a mis peques la foto, pero debo destacar su simpatía, su paciencia por aguantar a toda la redacción... Todo un señor de los que quedan muy pocos.
La visita de Del Bosque despertó mi instinto deportivo y por la tarde embutí mis carnes en mi culotte negra de ciclista y una camiseta blanca de tirantes. Partí con mis hijos y mis pintas-adefesio al estilo "Verano azul". El inicio, fantástico: todo cuesta abajo. Ay, la vuelta fue terrorífica: todo cuesta arriba. Llegué a casa con mi tono "rojo-tomate" en la cara, mi culo dolorido y el sudor empapando la camiseta. ¡Cuánto cuesta ser una deportista de élite que trabaja todas las disciplinas: pádel, bici, natación...!
PD. Os preguntaréis que cómo siendo una deportita de élite no voy a los Juegos Olímpicos. Estaba convocada, pero al ver los uniformes tan feos y faltos de glamour decidí no acudir. ¡Que soy una deportista con estilo! (estilo pazguato, pero eso es un secreto)
"Para Diego y Álvaro. Con afecto. Vicente del Bosque" |
lunes, julio 09, 2012
Aquel verano que nos escapamos...
"Moonrise Kingdom", la película que me atrapó la otra tarde en el cine, me transportó al pasado, al recuerdo de una aventura, a mi infancia y mi inocencia.
Verano de 1979
Oliete (Teruel, España)
El calor de la tarde se colaba por la pequeña ventana de madera desvencijada del gallinero que había en la planta superior de casa. Mi prima María y yo intentábamos hacer los deberes pero nuestro enfado nos lo impedía.
─Emma, tenemos que hacer algo.
─Sí, ya estoy harta de que nos castiguen por todo: por caminar por los tejados, por montar cenas de medianoche, por irnos hasta la fuente del piojo en bici, por bañarnos en el pantano...
─Además, siempre se quejan de nosotras...
─Es muy injusto.
─Podíamos escaparnos de casa y así serían más felices.
─María, ¡qué buena idea! Además, no nos echarían de menos.
Nuestras miradas se cruzaron. Sí, nos íbamos a escapar. Durante muchos días planeamos nuestra huida hacia delante.
─Lo mejor será que nos colemos en casa del tío Luis para no pasar la noche en el bosque, ellos no están y sé dónde esconde la abuela la llave. Con nuestros ahorros compramos algo de comida en "El Higinio" y cargamos nuestras mochilas con lo necesario: linternas, pijamas, navaja multiusos...
─Perfecto. Ya tenemos la infraestructura montada, pero no hemos decidido qué hacer con Nico y Roberto, nuestros hermanos-lapa.
─Emma, mi hermano Nico se escapa con nosotras. En cuanto se lo contemos, se apunta. El problema es Roberto. Tenemos que llevárnoslo porque no se separa de ti, pero no le diremos nada para que no se chive. Además, es un renacuajo, sólo tiene cuatro años.
Al cabo de dos días, todo estaba listo.
Tomé un hoja para escribir los motivos de nuestra huida: "Queridos padres: Nos hemos escapado para que seáis felices y no sufráis más por nuestra culpa. No nos busquéis" (1) y la pegamos con un pequeño trozo de celo en la puerta.
La aventura duró cinco horas. Nos colamos en casa de nuestro tío, encendimos unas velas (¿cómo íbamos a saber con nueve años dónde estaban los plomos?), jugamos a las cartas, contamos historias e improvisamos una frugal cena.
A las once de la noche, un rayo rasgó el cielo y desencadenó una gran tormenta. Roberto empezó a llorar, quería volver a casa. Escuchamos el subir y bajar de grandes zancadas por el edificio, gritos, los truenos crepitaban por el cielo, la lluvia caía con fuerza y ¡los badajos de las campanas de la iglesia empezaron a retumbar por todo el pueblo!
Nos acurrucamos en la cama sin saber qué hacer. Roberto lloraba asustado, Nico se abrazaba a su hermana... Y nosotras, pese a creernos muy valientes, sentimos la punzada del miedo.
Al final, decidimos abandonar nuestra aventura. Guardamos todo en la mochila, abrimos la puerta y subimos silenciosamente hasta casa.
Mi padre estaba asomado a la ventana gritando a un "walkie talkie"; "Por favor, el grupo del pantano, ¿habéis visto a los niños?..."
─Papá... ─musité con un hilillo de voz─ Ya estamos aquí.
Se giró, comprobó que los cuatro aventureros habíamos vuelto y canceló desde el walkie la operación rescate: "Los niños han aparecido. Los del pantano, los de la ermita... Todos los grupos, se cancela la búsqueda. Que dejen de sonar la campanas de la iglesia. Los niños están sanos y salvos".
PD. Después del tortazo pertinente, llegó el castigo que planificaron mi tía Ángeles y mi madre: pedir perdón a todos los del pueblo que habían participado en nuestra búsqueda, pedir disculpas a mi tío Luis por invadir su casa, acudir a misa diaria, quince días sin pisar la calle (solo de casa al huerto, y del huerto a casa)... Nicolás, María y yo sufrimos el castigo. Roberto no, porque era pequeño y había sido secuestrado por nosotras. "¡Qué injusticia!", gritamos por lo bajini, que no estaba el horno para bollos.
(1) Mi tío Juan aún conserva la carta de nuestra huida. Intentaré conseguirla.
Verano de 1979
Oliete (Teruel, España)
El calor de la tarde se colaba por la pequeña ventana de madera desvencijada del gallinero que había en la planta superior de casa. Mi prima María y yo intentábamos hacer los deberes pero nuestro enfado nos lo impedía.
─Emma, tenemos que hacer algo.
─Sí, ya estoy harta de que nos castiguen por todo: por caminar por los tejados, por montar cenas de medianoche, por irnos hasta la fuente del piojo en bici, por bañarnos en el pantano...
─Además, siempre se quejan de nosotras...
─Es muy injusto.
─Podíamos escaparnos de casa y así serían más felices.
─María, ¡qué buena idea! Además, no nos echarían de menos.
Nuestras miradas se cruzaron. Sí, nos íbamos a escapar. Durante muchos días planeamos nuestra huida hacia delante.
─Lo mejor será que nos colemos en casa del tío Luis para no pasar la noche en el bosque, ellos no están y sé dónde esconde la abuela la llave. Con nuestros ahorros compramos algo de comida en "El Higinio" y cargamos nuestras mochilas con lo necesario: linternas, pijamas, navaja multiusos...
─Perfecto. Ya tenemos la infraestructura montada, pero no hemos decidido qué hacer con Nico y Roberto, nuestros hermanos-lapa.
─Emma, mi hermano Nico se escapa con nosotras. En cuanto se lo contemos, se apunta. El problema es Roberto. Tenemos que llevárnoslo porque no se separa de ti, pero no le diremos nada para que no se chive. Además, es un renacuajo, sólo tiene cuatro años.
Al cabo de dos días, todo estaba listo.
Tomé un hoja para escribir los motivos de nuestra huida: "Queridos padres: Nos hemos escapado para que seáis felices y no sufráis más por nuestra culpa. No nos busquéis" (1) y la pegamos con un pequeño trozo de celo en la puerta.
La aventura duró cinco horas. Nos colamos en casa de nuestro tío, encendimos unas velas (¿cómo íbamos a saber con nueve años dónde estaban los plomos?), jugamos a las cartas, contamos historias e improvisamos una frugal cena.
A las once de la noche, un rayo rasgó el cielo y desencadenó una gran tormenta. Roberto empezó a llorar, quería volver a casa. Escuchamos el subir y bajar de grandes zancadas por el edificio, gritos, los truenos crepitaban por el cielo, la lluvia caía con fuerza y ¡los badajos de las campanas de la iglesia empezaron a retumbar por todo el pueblo!
Nos acurrucamos en la cama sin saber qué hacer. Roberto lloraba asustado, Nico se abrazaba a su hermana... Y nosotras, pese a creernos muy valientes, sentimos la punzada del miedo.
Al final, decidimos abandonar nuestra aventura. Guardamos todo en la mochila, abrimos la puerta y subimos silenciosamente hasta casa.
Mi padre estaba asomado a la ventana gritando a un "walkie talkie"; "Por favor, el grupo del pantano, ¿habéis visto a los niños?..."
─Papá... ─musité con un hilillo de voz─ Ya estamos aquí.
Se giró, comprobó que los cuatro aventureros habíamos vuelto y canceló desde el walkie la operación rescate: "Los niños han aparecido. Los del pantano, los de la ermita... Todos los grupos, se cancela la búsqueda. Que dejen de sonar la campanas de la iglesia. Los niños están sanos y salvos".
PD. Después del tortazo pertinente, llegó el castigo que planificaron mi tía Ángeles y mi madre: pedir perdón a todos los del pueblo que habían participado en nuestra búsqueda, pedir disculpas a mi tío Luis por invadir su casa, acudir a misa diaria, quince días sin pisar la calle (solo de casa al huerto, y del huerto a casa)... Nicolás, María y yo sufrimos el castigo. Roberto no, porque era pequeño y había sido secuestrado por nosotras. "¡Qué injusticia!", gritamos por lo bajini, que no estaba el horno para bollos.
(1) Mi tío Juan aún conserva la carta de nuestra huida. Intentaré conseguirla.
martes, junio 26, 2012
Ataque zombie
Los terroríficos zombies, listos para atacar |
─Emma, ¿por qué me susurras?
─No tengo voz.
─¿Qué te ha sucedido?
─El viernes me atacó un grupo de zombies. Iban todos vestidos con camisetas deshilachadas, sucias, con manchas de barro y sangre seca. Sus caras blanquecinas mostraban unas negras ojeras y varias cicatrices marcaban sus rostros sangrientos. El pelo, una maraña de polvo blanco... ¡Una historia espeluznante!
─¿Qué ocurrió?
─A las nueve de la noche se escuchó el chirriar de una puerta. Después, un grito y la voz inconfundible de Michael Jackson entonando "Thriller". Los zombies salieron de sus escondites y nos aterrorizaron con sus movimientos de cadera, sus gestos de ultratumba... Terrorífico. Un baile que cautivó a todo el público y desató nuestros gritos de hombres-lobo.
─¿Por eso te has quedado afónica?
─Tal vez. Luego, para secar nuestra garganta los zombies nos hipnotizaron y nos obligaron a ir a una terraza a cenar, tomar cervezas, reír... Una tortura que se alargó hasta altas horas de la madrugada.
─Los zombies, la noche... Ahora entiendo tu silencio.
miércoles, junio 20, 2012
Una familia muy british
─¿Quién ha pedido un poleo? ─pregunta el camarero en la terraza de Malevos a altas horas de la noche.
─¡Poleo!
─¡Poleo!
─¡Poleo!
─¡Poleo!
─¿Alguien ha pedido un poleo? ─Contesta con sorpresa toda mi familia.
¿Quién es el impostor? Nos miramos perplejos porque nosotros somos muy british y solo tomamos gin-tonic. Mi abuela y mi padre, ginebra Beefeater. Paloma, Gordons. Virginia y yo, London o Citadelle... Las excepciones, ron, wisky... ¡Si hasta la familia real británica teme que les echemos un pulso! ¡Que seguro que los tumbamos al suelo y les ganamos!
─Disculpa, es para mí. ─musita desde una mesa lejana una chica avergonzada por haber pedido un poleo y nuestros gritos.
Porque además de la vertiente inglesa, tenemos un toque italiano, muy de Mafia, que eleva nuestro tono de voz y hace que nuestros gritos se escuchen a un kilómetro a la redonda. ¡Es imposible que pasemos desapercibidos! ¡Y mira que lo hemos intentado! Pero la mezcla british-italiana despierta nuestra vena latina y multiplica nuestras risas por mil. Más que risas, carcajadas...
En fin, mi familia más que un mundo es producto de la combinación de lo mejor de varios países, una familia singular. ;-)
¡Feliz cumple, papá!
viernes, mayo 25, 2012
Muerte en la pista de George
El viernes, a primera hora de la mañana, salgo de casa muy combinada con mi "modeli" padeliano de verano: piernas blancas como la leche, faldita negra, camiseta de tirantes blanca y visera, ¡cómo no!, blanca y negra. Dejo a los niños en el cole, me doy un chutazo de ventolín y corro con mi pala (¡blanca y negra!) a mi clase matutina.
Jorge (o mi George de la pista), me espera con su gran sonrisa.
─Emma, ¿qué tal la semana?
─Todo bien.
─¿Ganaste en tu partido del domingo?
─Por supuesto.
No siempre es cierto pero no le quiero desilusionar o, más bien, temo que me machaque aún más.
─Vamos a empezar con una bola de derecha de pared, volea de revés, volea de derecha y rematamos con un globo.
Y allí estoy yo, sumisa a sus órdenes, corriendo de un lado a otro de la pista. El tono pálido de mi cara empieza a tornarse rojizo y termino "colorá" como un tomate, sudando, jadeando y a punto de desmayarme.
─Ahora, Emma, vamos a practicar el giro.
Bailo como una peonza alrededor de la bola y siento que literalmente me estoy ahogando.
¡Mierda!, voy a morir por asfixia!
Sí, no os he confesado pero hace unos días me compré un sujetador deportivo, que más que deportivo lo que hace es aplastar el pecho al estilo paellera y elevar la masa de las tetas hacia el cuello provocando un ahogamiento lento y paulatino.
¡Mierda, voy a morir con las piernas blancas, la cara colorada como un tomate y ahogada por mis propias tetas!
Mi George sigue con sus órdenes y cumplo sus mandatos a pies juntillas como si fuera una relación de sumisión. ¡Quién me ha visto y quién me ve! ¡Pero si yo siempre he sido la mandona! Una hora acatando sus órdenes, una hora congestionada y asfixiada.
─Bueno, Emma, la semana que viene, más.
Asiento con la cabeza y le miro con cara de pena.
Ay, George, si supieras que en unos minutos voy a morir por asfixia de mis tetas, congestión en la cara, palidez en las piernas, pitidos en los pulmones y un golpe de calor...
PD: ¡La última vez que uso el sostén-paellera!
miércoles, mayo 16, 2012
El Kindle salió del armario
Mi kindle, mi amor, en su pedestal |
¿Lo dejaría sobre el montón de periódicos que se acumulan diariamente en casa y lo tiré inconscientemente al cubo de reciclaje de papel?
Una teoría muy romántica: una batalla entre lo antiguo y lo moderno, el papel y la tecnología.
¿Habrá entrado alguien por la ventana del cuarto de los niños y me lo ha robado?
Teoría Manolo Escobar: mi kindle me lo robaron.
¿Lo habré escondido en algún lugar misterioso y mi memoria me está haciendo luz de gas?
Teoría "me conozco muy bien": esta técnica la utilizo con frecuencia con los artilugios electrónicos de los niños.
Demasiadas teorías para una certeza: ¡mi kindle no aparecía! Después de un mes, mis hombres insistían en regalarme uno nuevo, con pantalla táctil, pero me negaba. No lo puedo evitar, amo de verdad y solo quería mi Kindle. Sí, es la primera versión, es grande, no es táctil, pero hemos vivido tantas historias juntos... Con el paso del tiempo asumí la perdida y conté a todo el mundo mi teoría romántica.
Ayer, mientras bebía mi coca-cola light y admiraba la primera flor del calabacín, escuché un grito.
─¡Mamá, mira lo que ha encontrado papá entre las camisetas de su armario! ¡Tu kindle!
No tengo palabras para describir lo que sentí al tenerle de nuevo entre mis manos. Allí estaba él, sin batería, triste y apagado...
─No sufras, corazón, yo te cuidaré ─le susurré con ternura a su micro-chip.
Teorías sobre cómo acabó el kindle en el armario:
- a) Álvaro, el pequeño ratón, lo escondió para que sintiera en mis carnes lo que a él le ocurre cuando le quito el Ipad.
- b) Teoría Chema: entré en el armario a leer y antes de salir lo olvidé entre las camisetas ;-D
- c) Alguien lo vio, lo colocó en la ropa planchada y...
En fin, demasiadas teorías y un final feliz: el kindle ha vuelto a mí.
La primera flor del calabacín de este año |
lunes, mayo 07, 2012
Disparo al corazón
"Cuenta la leyenda que en el Monte Olimpo Hera y Zeus tuvieron una hija a la que llamaron Emma. Era poderosa, cariñosa y se enfadaba cuando sus hijos no estudiaban, pero era la mejor madre del mundo y los días con ella eran muy divertidos. Su negro pelo liso, sus ojos de esmeraldas y su simpatía la hacían ser la mejor.
Se casó con un mortal y tuvo dos hijos a los que quiere y regaña con los estudios. Cuenta la leyenda que algún día sus hijos tendrán el trono del Olimpo."
El corazón de cartón lo ha realizado Álvaro, el pequeño. La original leyenda griega, Diego. Mis dos tesoros. Mi otro gran tesoro, cuatro enormes maceteros y unos cascos para el ordenador (esos detalles tan raros que tanto me gustan y emocionan). Mil gracias de corazón
lunes, abril 16, 2012
Ilusiones ópticas por un baobab
Hoy en día es normal que la gente recorra el mundo, que viaje a distintos puntos del planeta en sus vacaciones y conozca muchos países. Cuando yo era pequeña no era habitual. Por aquella época mi padre vivía en Ecuador y nos desplazábamos allí en las temporadas estivales. De pronto habitábamos en otro planeta y para ellos nosotros también éramos auténticos extraterrestres. "Ingeniero, ¿de verdad que se va a adentrar en la selva con toda su familia?", le preguntaba a mi padre algún amigo atónito. Entonces no existía el turismo y recorríamos parajes vírgenes abriendo paso al coche con el machete, dormíamos en chamizos por los que se colaban cucarachas voladoras, navegábamos en troncos huecos por el Napo ─afluente del Amazonas─, y esos días nuestra limpieza personal era inexistente. Hormigas carnívoras, pirañas, indígenas que se acercaban a rozar los "rostros blancos", anacondas... Un mundo salvaje.
En la selva descubrí mi amor a las plantas, al sonido estruendoso de los animales ocultos en la frondosidad, a las lianas que cuelgan de los árboles, a las hermosas orquídeas salvajes que salpicaban el camino y a las especies que allí habitaban.
Mi sueño, ser bióloga o geóloga. Estudié ciencias puras, pero en el último momento di uno de esos volantazos característicos de mi vida y elegí periodismo.
Un baobab, un sueño hecho realidad |
Mi pasión por la botánica o la geología nunca me ha abandonado. Esta Semana Santa nos escapamos a Valencia. Paella, buen tiempo, Oceanográfico, Ciudad de las Artes y las Ciencias, los jardines del Turia, La Albufera... En Bioparc Valencia, un parque zoológico basado en el concepto de zoo-inmersión, mi locura se desató al descubrir que allí había baobabs: árboles gigantes de África que obsesionaban al "Principito", de Saint Éxupery, por su inmensidad y a mí por su belleza.
Hablé de los baobabs durante todo el día: el gran diámetro de sus troncos, su capacidad de almacenaje de agua, su longevidad... Pero las dudas nos asaltaban: ¿cómo habrían trasladado hasta allí los baobabs?, ¿qué método habrían utilizado para extraerlos sin romper las raíces?, ¿en qué barco los habrían traído?... Demasiadas intrigas.
Antes de irnos llegó la desilusión. En un documental sobre el parque desvelaron el misterio: una grúa colocaba el tronco del baobab, luego una rama, otra... ¡Eran reproducciones! Contuve mis lágrimas y ahogué mis penas con un rico arroz a banda, un buen vino y un paseo en barca por la Albufera.
Al descubrir la realidad mi cara era igual que la de este lemur |
Los peces del Oceanográfico sí que son reales |
viernes, marzo 23, 2012
Morcillita dietética
La sala de espera está llena de butifarras, longanizas y morcillas. La pantalla se ilumina cada cinco minutos y nombra a la "desafortunada".
─Butifarra López, sala 15.
Al cabo de unos minutos, la pantalla lumínica me llama.
─Morcillita Peña, sala 13.
Entro en la consulta, observo a mi carnicera y detecto cómo su sonrisa intenta ocultar sus intenciones: convertirme en fideo.
─Buenos días, ¿por qué has venido a la consulta?
─Me gustaría engordar.
Me encanta descolocar a la gente.
─¿Qué?
─¡Es broma! ─exclamó entre risas, pero noto su gesto de pánico, ¿habrá entrado una loca en la consulta? ─, como muestra mi contundente cuerpo, me gustaría adelgazar. Dejé de fumar hace dos años y lo que no he fumado me lo he comido.
Poco a poco la carnicera coge confianza, pero antes de que inicie su interrogatorio opto por resumir mi historial clínico, mis operaciones y entro en materia.
─Soy adicta a la coca-cola light, casi no bebo agua, me encanta comer, cocino de maravilla, bebo vino; si salgo, algún gin-tonic y, aunque no lo parezca, juego al pádel y nado. Sí, me gustaría adelgazar, pero no una barbaridad, que yo solo he estado delgada cuando he tenido problemas y no me sienta bien. Vamos, que le tengo cariño a mis lorcillas y tampoco aspiro a ser modelo de pasarela. En mi contra debo alegar mi carácter optimista y mi alta autoestima.
─¿Qué tiene que ver su carácter con los kilos de más?
─Que en el fondo no me agobian mucho esos kilillos: soy más feliz disfrutando de una buena cena entre amigos, unas copas con mi pareja o unas palomitas en el cine con mis hijos que luciendo palmito. Que por mi carácter positivo siempre encuentro excusas para saltarme la dieta, que me rio de mí misma y que además tengo más suerte que muchas delgadas.
─¿Por?
─Porque hay delgadas que por mucho que adelgacen seguirán siendo feas y yo soy guapa.
─¡Menuda autoestima!
─Ya te lo he dicho, ese es mi mayor problema, mi falta de complejos: verme guapa, seductora, gustar a mis hombres...
─¿Quieres que te ponga la dieta?
─Venga, vamos a intentarlo.
─Butifarra López, sala 15.
Al cabo de unos minutos, la pantalla lumínica me llama.
─Morcillita Peña, sala 13.
Entro en la consulta, observo a mi carnicera y detecto cómo su sonrisa intenta ocultar sus intenciones: convertirme en fideo.
─Buenos días, ¿por qué has venido a la consulta?
─Me gustaría engordar.
Me encanta descolocar a la gente.
─¿Qué?
─¡Es broma! ─exclamó entre risas, pero noto su gesto de pánico, ¿habrá entrado una loca en la consulta? ─, como muestra mi contundente cuerpo, me gustaría adelgazar. Dejé de fumar hace dos años y lo que no he fumado me lo he comido.
Poco a poco la carnicera coge confianza, pero antes de que inicie su interrogatorio opto por resumir mi historial clínico, mis operaciones y entro en materia.
─Soy adicta a la coca-cola light, casi no bebo agua, me encanta comer, cocino de maravilla, bebo vino; si salgo, algún gin-tonic y, aunque no lo parezca, juego al pádel y nado. Sí, me gustaría adelgazar, pero no una barbaridad, que yo solo he estado delgada cuando he tenido problemas y no me sienta bien. Vamos, que le tengo cariño a mis lorcillas y tampoco aspiro a ser modelo de pasarela. En mi contra debo alegar mi carácter optimista y mi alta autoestima.
─¿Qué tiene que ver su carácter con los kilos de más?
─Que en el fondo no me agobian mucho esos kilillos: soy más feliz disfrutando de una buena cena entre amigos, unas copas con mi pareja o unas palomitas en el cine con mis hijos que luciendo palmito. Que por mi carácter positivo siempre encuentro excusas para saltarme la dieta, que me rio de mí misma y que además tengo más suerte que muchas delgadas.
─¿Por?
─Porque hay delgadas que por mucho que adelgacen seguirán siendo feas y yo soy guapa.
─¡Menuda autoestima!
─Ya te lo he dicho, ese es mi mayor problema, mi falta de complejos: verme guapa, seductora, gustar a mis hombres...
─¿Quieres que te ponga la dieta?
─Venga, vamos a intentarlo.
viernes, marzo 09, 2012
¡¡Hija de #@!!
─¡¡Perdón, perdón!! Ya estoy aquí ─grité con mi mejor sonrisa a la mujer policía que estaba junto a mi coche.
Se giró, me miró con desprecio, arrancó la hoja y, protegida bajo sus gafas de sol, me la entregó.
─Lo siento, la multa ya es efectiva. De todas formas tiene 25 minutos para pagar tres euros y anularla.
¡¡Hija de #@&#!! ¡Que llevo un día de aúpa!, ¡que esta mañana he olvidado poner el monedero en el bolso!, ¡que mi hijo ha devuelto antes de ir al cole por los nervios de los exámenes!, ¡que solo he dormido tres horas porque tenía que finalizar un curso online!, ¡que he pagado el parquímetro con el único euro que he encontrado por el coche!, ¡que he venido al médico y mi tarjeta sanitaria estaba en mi monedero olvidado!, ¡que encima la cita era ayer y no hoy!, ¡que pese a todo me han hecho un hueco y me han atendido!, ¡que por todos estos motivos he llegado diez minutos tarde!, ¡que me pareces muy mala persona porque la calle está llena de huecos vacíos y no me merezco la multa!, ¡que ahora tengo que anularla y no tengo dinero porque he olvidado, te recuerdo, la cartera!, ¡que solo tengo 20 minutos para ir a casa, coger el monedero, los putos tres euros y buscar un parkímetro porque mi zona no es de hora!, ¡que me parece muy bien que hoy sea el día de la mujer trabajadora, pero tú te podías haber quedado tranquilamente en casita! Y, por lo menos, sonríe que no cuesta nada. Pensé, callé y arranqué el coche con cara de muy pocos, más bien, ningún amigo.
En fin, que hay mañanas que es mejor borrar de la memoria. Mañanas que en cuestión de dos horas condensan tantos sucesos que es mejor olvidar.
Se giró, me miró con desprecio, arrancó la hoja y, protegida bajo sus gafas de sol, me la entregó.
─Lo siento, la multa ya es efectiva. De todas formas tiene 25 minutos para pagar tres euros y anularla.
¡¡Hija de #@&#!! ¡Que llevo un día de aúpa!, ¡que esta mañana he olvidado poner el monedero en el bolso!, ¡que mi hijo ha devuelto antes de ir al cole por los nervios de los exámenes!, ¡que solo he dormido tres horas porque tenía que finalizar un curso online!, ¡que he pagado el parquímetro con el único euro que he encontrado por el coche!, ¡que he venido al médico y mi tarjeta sanitaria estaba en mi monedero olvidado!, ¡que encima la cita era ayer y no hoy!, ¡que pese a todo me han hecho un hueco y me han atendido!, ¡que por todos estos motivos he llegado diez minutos tarde!, ¡que me pareces muy mala persona porque la calle está llena de huecos vacíos y no me merezco la multa!, ¡que ahora tengo que anularla y no tengo dinero porque he olvidado, te recuerdo, la cartera!, ¡que solo tengo 20 minutos para ir a casa, coger el monedero, los putos tres euros y buscar un parkímetro porque mi zona no es de hora!, ¡que me parece muy bien que hoy sea el día de la mujer trabajadora, pero tú te podías haber quedado tranquilamente en casita! Y, por lo menos, sonríe que no cuesta nada. Pensé, callé y arranqué el coche con cara de muy pocos, más bien, ningún amigo.
En fin, que hay mañanas que es mejor borrar de la memoria. Mañanas que en cuestión de dos horas condensan tantos sucesos que es mejor olvidar.
miércoles, febrero 22, 2012
Por un par de pelotas...
"Me ha dicho Esther que esta noche no bebas, que mañana debes rendir al máximo en el torneo de pádel femenino", me dijo Alonso al ver que me ponía una copita de vino blanco para la cena. Le miré ojiplática, mi mano temblorosa no supo qué hacer con la copa que sujetaba, mi voz empezó a tartamudear y una sensación de alcohólica anónima se apoderó de mí.
Me dolió. Reconozco que el primer partido de pádel lo perdimos porque la noche anterior salí hasta altas horas de la madrugada y los excesos me pasaron factura. Desde entonces, he modificado la agenda social y planifico mis salidas para los viernes. Este último acudimos al teatro con Roberto y Virgina a ver "Tócala otra vez, Sam", basada en el texto de Woody Allen e interpretada por Luis Merlo y María Barranco. Después, cenita mexicana entre "Coronitas" y unos sabrones y novedosos gin-tonics en Malevos
El sábado, día de concentración... Tanta, tanta, que me dormí agotada por el estrés. La mañana del domingo abrí mi ojo de mala leche al notar que Alonso me zarandeaba y bufé entre sueños.
─¿Qué ocurre?
─Son las once de la mañana. ¿No tenías partido a las once y media?
Las sirenas de alarma me hicieron botar de la cama y vestirme en cuatro minutos y cinco segundos. Me recogí el pelo en una coleta, tomé mi pala, un bote de coca-cola light y salí disparada de casa ante la mirada atónita del resto de la familia. Llegué con la respiración entrecortada a la pista. Esther, mi súper-compi, calentaba. Nuestras rivales, Elena y Carmen, estaban concentradas en sus perversas jugadas.
El partido fue tenso (6-3, 4-6, 2-0), pero no pudimos acabarlo en una hora (¡es lo que tiene ser tan profesional, que los juegos duran y duran, como las pilas Duracell!). El lunes, con nuestra ventaja de 2-0, nos citamos en la pista de la urbanizción de Carmen. Antes de entrar me sentí como una gladiadora que se va a enfrentar a una jauría de leones al ver la puerta enrejada. La batalla duró un instante. Elena con su saque y Carmen junto a la red nos machacaron. Esther y yo asumimos la derrota con dolor, pero, para qué negarlo, nosotras somos unas jugadoras de fondo y en cuatro puntos no podemos demostrar nuestra valía. Además, ¡solo a mí se me ocurre nadar 1.250m. por la mañana! Ay, que aspirar a profesional es muy duro y mi orgullo está muy resentido.¡Por Dios, que los Peña tenemos muy, pero que muy mal perder!
El sábado, día de concentración... Tanta, tanta, que me dormí agotada por el estrés. La mañana del domingo abrí mi ojo de mala leche al notar que Alonso me zarandeaba y bufé entre sueños.
─¿Qué ocurre?
─Son las once de la mañana. ¿No tenías partido a las once y media?
Las sirenas de alarma me hicieron botar de la cama y vestirme en cuatro minutos y cinco segundos. Me recogí el pelo en una coleta, tomé mi pala, un bote de coca-cola light y salí disparada de casa ante la mirada atónita del resto de la familia. Llegué con la respiración entrecortada a la pista. Esther, mi súper-compi, calentaba. Nuestras rivales, Elena y Carmen, estaban concentradas en sus perversas jugadas.
El partido fue tenso (6-3, 4-6, 2-0), pero no pudimos acabarlo en una hora (¡es lo que tiene ser tan profesional, que los juegos duran y duran, como las pilas Duracell!). El lunes, con nuestra ventaja de 2-0, nos citamos en la pista de la urbanizción de Carmen. Antes de entrar me sentí como una gladiadora que se va a enfrentar a una jauría de leones al ver la puerta enrejada. La batalla duró un instante. Elena con su saque y Carmen junto a la red nos machacaron. Esther y yo asumimos la derrota con dolor, pero, para qué negarlo, nosotras somos unas jugadoras de fondo y en cuatro puntos no podemos demostrar nuestra valía. Además, ¡solo a mí se me ocurre nadar 1.250m. por la mañana! Ay, que aspirar a profesional es muy duro y mi orgullo está muy resentido.¡Por Dios, que los Peña tenemos muy, pero que muy mal perder!
martes, febrero 14, 2012
Esto es amor y lo demás son aguadillas
Mi súper Aquabeat |
Esta mañana, 14 de febrero, he gritado de emoción al descubrir el súper regalo de mi Alonso: ¡un reproductor mp3 Aquabeat, de Speedo! ¡Y rosa!
Sin pensármelo dos veces he llevado a los niños al cole embutida en mi bañador negro (¡ojo, de Speedo, una combinación súper glamurosa!) y me he dirigido al polideportivo. En los vestuarios de la piscina me he colocado el resto de mis bártulos: chanclas, gorro, gafas de súper-mosca y mi mega-chic Aquabeat. Por último, he guardado mi pinza de la nariz en el canalillo para usarla al nadar de espalda.
Al estilo morcillita de Burgos con lazos rosas (chanclas, gorro, toalla y aquabeat) he entrado en la piscina moviendo el culo al ritmo de una rumba de Estopa. Me he lanzado al agua y he desconectado del resto de peces que nadaban a mi alrededor. De pronto me he sentido como un auténtico "pink fish" aleteando al son de la música. Sesenta largos (1.500 m), en un suspiro musical. Al salir me he contenido: pensaba marcarme un baile súper rockero para que me hicieran la ola, pero creo que antes lo voy a ensayar un poco.
Esto sí que es amor y lo demás son aguadillas
jueves, febrero 09, 2012
Soy una extremista
He vuelto a mi fase pez. Mucho cuidado |
Lo confieso, soy una extremista: me posiciono en el negro o blanco, los dos extremos, sin tener en cuenta la variedad de tonalidades de grises que existe entre medias. Mi balanza del sentimiento siempre está inclinada hacia un lado. Si amo, amo. Si odio, odio. Si rio, mis carcajadas se oyen al otro lado del Atlántico. Si lloro, desencadeno cataratas de lágrimas. Y, ay, si me enfado, es mejor estar lejos porque mi ira arrasa con todo. No sé engañar. ¿Es bueno este carácter? No. Me faltan unas cuantas dosis de cinismo para sonreír cuando escucho tonterías, para evitar que se me note en la mirada quién me cae mal, para ocultar mi mal genio... Me hubiera ido mejor en muchos aspectos, pero como diría el escorpión a la rana: "lo siento, va con mi carácter".
Este análisis filosófico surgió en mi mente mientras mi cuerpo soportaba unas insoportables agujetas en la zona abdominal por las risas nocturnas tras la cena de amigas femianas. Una noche que se alargó hasta las cuatro de la mañana entre raclette, vino, rutas, muebles y primas...;-) Mi extremo juerguista (en ese aspecto también me llevo la palma) tuvo sus consecuencias: al día siguiente perdí en el torneo de La liga femenina de pádel. Una dura derrota que emanaba sudor cansado y algo etílico.
Todo ser extremista intenta rozar la perfección y el fracaso penetra como un disparo doloroso e insoportable en el corazón y en el alma (más cursi imposible).
Mi ira me trasladó hasta casa. Mis hombres me esperaban sonrientes.
─¿Habéis ganado?
─No, hemos perdido.
─Claro, no me extraña, si sales por la noche y no te concentras para el partido tiene sus consecuencias. Claro que...
─Alonso, calla que te la estás jugando. ¡Y encima tengo agujetas por mis ataques de risa!
El insomnio de perdedora me hizo plantear una estrategia para remontar en los siguientes partidos. Además de concentrarme el día anterior, no salir por la noche y practicar al tenis con la Wii, debía volver a mi machaque físico, a mi estado pez.
Sí, he vuelto: el lunes 1.250 m, el miércoles 1.500 m.... ¡Que se preparen mis adversarias!
lunes, enero 23, 2012
El negro y Sam
El negro es el culpable del abandono de mi blog personal, de mi desconexión del mundo 1.0, de la tristeza de mis hijos al ver que han perdido una madre... Sí, él me ha enganchado a una nueva adicción, ¡con lo facilona que soy para caer en la tentación!...
El seis de enero llegó el negro, el que se cayó del camello, Baltasar, el rey que siempre he querido, mi preferido (¿tendrá alguna connotación sexual?) y me concedió el capricho: un smartphone súper moderno, súper tecnológico, súper todo.
El tesoro estaba en mis manos, aún tenía la posibilidad de cambiarlo, pero mi neurona adictiva me obligó a desgarrar el envoltorio y activar a Sam (no puedo evitar humanizar mis aparatos electrónicos: Sam, de Samsung). Encendí mi nuevo gadget, descargué mis apps y desde entonces mi vida se rige por los continuos pitidos y silbidos de Sam: "Emma, mensaje el "guachap", un mail en tu correo, te han mencionado en el twitter personal, un hortelano te escribe en @Huerta_caotica, una solicitud en facebook, un comentario en uno de tus cuatro blogs, el grupo de pádel quiere saber si te apuntas al torneo de los domingos..."
Ring, piii, ring, ring, dindong... Un concierto interminable de alertas y sonidos. ¡Shhh!, un secreto: cuando llego a casa tengo miedo, percibo el complot de mis hombres para secuestrar a Sam y eso no lo puedo permitir. Lo tomo entre mis manos, silencio sus pitidos y solo le permito vibrar. Por la noche, cuando todos duermen, acaricio la funda rosa súper chic de silicona que le protege, activo su voz y susurro a su microchip-oído: "Tócala otra vez, Sam".
Suscribirse a:
Entradas (Atom)