jueves, abril 12, 2007

Y nos dieron las diez y las once, la una, las dos y las tres...

A la una de la mañana me vence el sueño y me ilusiono porque por fin voy a dormir más de seis horas. Me equivoco. A la una y cuarto me despierto alterada. Un pesadilla, la luz que se cuela por la ventana, el maullido de un gato... Mierda, pienso malhumorada, otra noche de insomnio. Y acierto. Doy vueltas por la cama, leo otro capítulo del último libro de Almudena Grandes, “El corazón helado”, apago la luz, mil vueltas más, me pongo las zapatillas, bajo al cuarto de estar, me engancho a Canal cocina, aprendo mil trucos culinarios y el sueño no aparece. El reloj de la tele me insulta que son la cuatro de la mañana. Mi ira me desvela todavía más. En breve me tendré que levantar para vestir a los niños y que vayan al colegio. Por Dios, quiero dormir, comento a Lucas que duerme a mis pies en una postura plácida y relajada. Alonso ronca, Diego y Álvaro sueñan con sus fantasías, les tapo a todos y bajo de nuevo. Cuatro y media. Mis párpados empiezan a desplegarse, me acurruco en el sofá, me abrigo con una suave manta, un cocinero escalfa unos tomates en agua hirviendo, los pájaros del barrio se van despertando. Las cinco. No tengo fuerzas para hacer nada, sólo quiero dormir. Me estreso al pensar todas las cosas que debo hacer al día siguiente. ¿Por qué no abrirán las tiendas, los bancos y los supermercados por la noche?, me preguntó insomne. Porque todos duermen, me contestan mis neuronas oníricas. Claro, pienso, eso es lo normal. Las cinco y cuarenta. Me vence el sueño. Emma, despierta que son las ocho y media. ¿Por qué has dormido esta noche en el cuarto de estar?, oigo que me dice Alonso con su buen humor matutino. No lo sé, Alonso, no me gusta hablar por la mañana, le contesto con mi malhumor de primera hora. Despego a los niños de sus sábanas, me los como a besos, desayunan, los visto. Sed buenos. Diego, concéntrate mucho para que te salgan bien los problemas. Sí, mamá, contestan los dos al unísono. Alonso les llama desde el coche. Venga, chicos, que llegamos tarde. Les abrazo y les beso. Cierro la puerta. Todos mis hombres se han ido. Las sábanas me llaman a gritos. No, pienso agotada, tengo que resistir...

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