miércoles, abril 11, 2007

¿Y tú de quién eres?



—Me voy a hacer la compra. —comenté mientras abrochaba los abrigos de los niños.
—Ay, Emma, espera que voy contigo.—vociferó mi madre desde la planta superior.
—Que no. Te veo allí. Los niños no aguantan ni cinco segundos más.
—Vale, pero si pasas por la carnicería no olvides presentarte a José, mi carnicero, que siempre me pregunta por ti y aún no te pone cara.
Según encargaba unos filetes de cinta de lomo y unos muslos de pollo decidí complacer a mi madre y asalté a los dos carniceros.
—Disculpad, ¿quién de vosotros en José?
—Huy, no está aquí en este momento, está en el almacén, pero si quieres le avisamos.
—No, no hace falta, es que mi madre había encargado a José un solomillo y quería que supiera que yo era su hija.
—Ah, entonces es por mí por quien preguntas. Me llamo Vidal.
Me quedé un poco parada y cortada, pero la vergüenza se esfumó cuando apareció mi madre corriendo por el pasillo del supermercado y gritando: “Hola, José, ya veo que estás hablando con mi hija. A que ahora que la ves ya sabes quién es”.
—Mamá, no se llama José se llama Vidal. —susurré a su oído.
—Ay, perdona Vidal, es que soy muy despistada. Y pensar que llevo cinco años llamándote José.
—No se preocupe, ya estoy acostumbrado.
Por suerte Vidal nos sirvió el solomillo más bueno que he comido en mi vida y al día siguiente, en la jornada gastronómica que organizamos todos los viernes santos en Guadarrama con Isabel, Pablo, sus hijos y Javier y Mary Luz relaté la hazaña de mi madre mientras jugábamos una magnífica partida de Rummy y nos resfrecábamos con un gin-tonic.
—A mí no me extraña nada —dijo Pablo con media sonrisa­—, tu madre estuvo durante tres años llamándome Álvaro y al final le cogí cariño al nombre.

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