martes, mayo 26, 2009

El verano ya está aquí

"Operación biquini", leo en la portada del suplemento MHmujer entre patata frita y patata frita.
-¡Por Dios! ¡Y yo con estas lorcillas! -aúlla mi pensamiento- Esto no puede seguir así. Se acabó, empieza mi "operación antilorcillas".
Mi mente masculló cómo realizar tan compleja operación. El tiempo corría en mi contra. Decidido, habrá que duplicar esfuerzos (dieta+ejercicio ¡qué pereza!).
Por la tarde afronté mi drama. La lluvia había desaparecido y mis hijos suplicaban ir al cine.
-No, al cine no, nos vamos a montar en bici -ordené toda dispuesta con mi mallas negras y mi sudadera rosa chicle.
-¡Jo, mamá! -refunfuñaron.
-Ni jo ni ja. ¡A montar en bici! Además, Diego, así estrenas la bicicleta que te han regalado los tíos.
Delante, en primera posición, desfilaban Diego y Stéphan. Rezagados y a un ritmo delicado, Álvaro y yo.
-¡Alonso, baja luego con el coche al parque que Álvaro no tiene fuerzas para subir todas las cuestas! -grité con mi mochila rosa colgada de mis hombros y mi cestita de la bici repleta de botellas de agua (¡que la deshidratación es muy peligrosa!).
-Tranquila, luego iré.
Descendimos relajadamente por distintas avenidas hasta llegar al parque "Juan Pablo II". Álvaro, emocionado, me suplicaba que no fuera por la carretera y anduviera junto a él por el camino de tierra. "No, cielo, que se pueden pinchar las ruedas", le expliqué y omití la razón: ¡con tantas piedras mi caída era segura!
En el parque observé los bancos. Rápidamente aposenté mi trasero en uno de ellos y contemplé cómo los niños no paraban de correr y trepar. ¡Qué energías!
Al cabo de un rato apareció mi Alonso.
-¿Qué tal la expedición? -preguntó con tono socarrón.
-Fantástica. Soy una deportista nata, amor -contesté con la modestia que me caracteriza.
El sol ya estaba cansado. Antes de que apareciera la luna partimos hacia casa.
"Emma, ¿quieres que vuelva yo con la bici?", preguntó Alonso. "Ni loca, querido, ya te he dicho que soy una súper deportista".
A lo lejos observé dos puntitos (Diego y Stéphan). La cuesta arriba era interminable. Los músculos de mis muslos se estaban bloqueando. El sudor caía por mi frente. Coloqué la quinta marcha y seguí pedaleando. Antes de morir decidí hacer una pequeña parada. Tomé aire, retiré las gotas de sudor que empañaban mis gafas de sol y perdí de vista los dos puntitos que iban delante mío. De pronto, Alonso pasó con su coche que transportaba a Álvaro y su bici. Bajó la ventanilla dejando escapar un golpe de brisa fría del aire acondicionado.
-¿Qué tal vas?
-Genial. Sólo he parado un poco para no tener agujetas. -contesté acercándome al hueco de la ventanilla para robar un poco de aire gélido.
-¿Seguro?
-Sí, todo controlado.
-Anda, déjame la bici y sube tú en coche.
-No, gracias. De verdad, estoy muy bien -solté con respiración entrecortada y un hilillo de orgullo.
-Emma, no seas cabezota. Venga, déjame la bici.
-Bueno... si te pones así... que sepas que lo hago por ti... que hacer deporte es muy bueno.
-Ya, ya. Oye, ¿por qué vas con la quinta marcha?
-Porque es una cuesta arriba.
-Tienes que ir con la primera...
-¡Huy, me habré despistado! -contesté incapaz de reconocer mi gran error mientras mis muslos duros y bloqueados intentaban acomodarse en el asiento del coche.
Hasta entonces la "operación antilorcillas" estaba perfectamente encaminada. Contenta con mi hazaña, esperé a la tropa sudorosa.
-¡¡Mamá!! -gritó Diego antes de llegar a casa- ¿Nos haces tortitas para merendar?
-¡¡¡Síiii, por favor!!! -suplicó Stéphan.
-¡¡¡Síiii!!! -rogó Álvaro.
¡Y cómo me iba a negar con lo ricas que me salen las tortitas con nata!
-Mamá, ¿tú no vas a comer tortitas? -preguntó Álvaro.
-No, gracias.
-¡Pero si has hecho mucho ejercicio! -razonó Diego.
-Pues ahora que lo dices tienes razón. Anda, pásame la nata -contesté y observé que Alonso sonreía para esconder una enorme carcajada.
-No te rías -le bufé mientras zampaba mi tortita con una montaña de nata (¡qué placer!).
-No me estoy riendo.
-Que nos conocemos, Alonso. Verás como antes de verano estoy divina.
-¡Pero si yo no he dicho nada!
-Ya, pero conozco esa mirada, amor... ¿Quién me ha quitado la nata?

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